Martina Rúa, para La Nación

Martina Rua acompaña a WINN desde la innovación periodística, compartiendo conocimientos y buenas prácticas constantemente. La semana pasada empezó un espacio en La Nación, sobre mejora personal y profesional. Compartimos la primera de esta serie de notas.

Con esta primera entrega inauguramos un nuevo espacio. Aquí nos centraremos en buscar las mejores ideas, métodos y referentes para impulsar la mejora personal, con la convicción de que la innovación no es algo abstracto y para unos pocos, sino una manera de encarar la vida con herramientas concretas y cotidianas para mejorar y repensarnos, para perseguir la mejor versión de nosotros mismos.

Como las empresas, las personas nos vemos muchas veces desafiadas a cambiar la manera en la que trabajamos. En la llamada «era de la transformación digital» existe un mandato de reinvención permanente, si acaso esto fuera posible. La palabra que está a la orden del día es «innovación», que si le sacamos el humo y los anuncios grandilocuentes se trata de mejorar, de introducir un cambio que genere valor o de conectar puntos hasta ahora separados con un nuevo (y útil) significado. En este sentido, hay cinco cuestiones claves que conviene tener en cuenta para que tu cerebro pueda innovar.

1. Practicar

La primera cuestión a tener en cuenta es: ¿todos podemos innovar? Si nos guiamos por cómo procesa lo nuevo nuestro cerebro veremos que sí, aunque esto requiere un esfuerzo y una serie de procesos en los que tendremos que ponernos manos a la obra, porque a nuestro cerebro le resulta muy cómodo lo conocido, el statu quo. «No vemos la realidad tal cual es, vemos lo que nuestras creencias pintan de la realidad. Y vamos por la vida con nuestros conceptos predeterminados, esquemas mentales, sesgos. Como no tenemos tiempo de decidir racionalmente, tomamos del mundo todo lo que coincide con lo que pensamos e ignoramos todo lo que no coincide. Y no cambiamos», explica a Sábado el neurólogo Facundo Manes, fundador del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).

Es decir, necesitamos los hábitos para avanzar y el cerebro necesita procesos para innovar. «Cuando yo tenía 18 años vine a Buenos Aires, y antes de empezar a estudiar pensaba que algún día, a los 60 o 70 años, iba a tener una idea genial que impactaría en la sociedad. No me pasó ni va a pasar, a no ser que tengamos ciertos procesos previos. La inspiración es para amateurs, en términos de creatividad», dice Manes.

Según el neurólogo, debemos recorrer procesos previos que implican mucha perseverancia para innovar. El primer proceso es el de preparación; esto requiere prepararse en un tema muchos años. Grandes innovadores, como Elon Musk, Bill Gates o Warren Buffett, usaron la «regla de las 10.000 horas» de práctica deliberada en algo para lograr la excelencia. La regla está basada en la investigación del psicólogo Anders Ericsson, aunque fue popularizada por Malcolm Gladwell en su libro Fuera de serie, por qué algunas personas tienen éxito y otras no, de 2008. Ericsson estudió a un grupo de alumnos de música e investigó el motivo de que algunos alcanzasen la excelencia mientras otros no conseguían salir de la media. La conclusión fue rotunda: los resultados más brillantes eran fruto del esfuerzo continuado de los alumnos. A más horas dedicadas a la perfección de ese conocimiento, mayor excelencia. La perseverancia se presenta entonces como un motor de innovación.

2. La incubación

Se trata de pensar obsesivamente un tema. «Los pensamientos obsesivos refrescan las ideas», dice Manes. Esto no significa preocuparse o «rumiar» una situación ad infinitum, que son actividades que paralizan: incubar es pensar de todas las maneras posibles, recorrer nuestra idea en 360 grados hasta hacerla crecer y maximizar todo el beneficio que puede traernos para luego pasar a la etapa tres: apagar el cerebro.

3. Parar y descansar

«Cuando no hacemos nada, estamos dormidos, semidormidos, tirados en el sofá, en el taxi o el colectivo, el cerebro asocia áreas que no estaban conectadas y asocia pensamientos que tampoco estaban conectados. Es muy importante aburrirse para crear», dice Facundo Manes.

El ocio y el descanso son dos fuentes de innovación muy subestimadas. En su libro Por qué dormimos, el psicólogo Mathew Walker describe cómo el sueño es el momento privilegiado para que el cerebro deseche lo que no le sirve e imprima y reserve lo que sí. Una noche sin dormir reduce la capacidad de asimilar conocimientos en casi un 40 por ciento, ya que el sueño limpia la memoria a corto plazo y deja espacio libre para más información. Muchas ideas nuevas aparecen luego del descanso. Por eso para poder innovar es una buena idea «consultarlo con la almohada».

4. Errar y arriesgar

¿Crear un hit en el primer intento? Es un mito. «Para crear hay que estar un poco loco y dispuesto a errar mucho», dice Manes. «Galileo se equivocó acerca de la velocidad de la luz. En el mundo de hoy estigmatizamos el error. Pero hay que equivocarse, además nos da felicidad fracasar porque vivimos con tendencias obsesivas a ser perfeccionistas y eso nos hace mal. Hay que fracasar».

5. Contexto creativo

El último paso tiene que ver con vivir en un contexto creativo, algo que según todos los expertos es muy importante a la hora de innovar. Ideas, personas y vivencias que estimulen y potencien nuestras ganas de apostar a cosas nuevas, desde todas las perspectivas posibles.

En resumen: preparación, incubación, el cerebro off, estar un poco loco y preparado para equivocarse y tratar de vivir en un contexto creativo. «Si hacemos todo eso vamos a tener más chance de innovar. Somos seres emocionales. Nos gusta pensarnos como seres racionales, analíticos, deliberados: lo somos a veces. Pero la mayor parte del tiempo las emociones inciden en nuestras emociones, nuestra conducta y en cómo innovamos o no», cierra el neurocientífico.